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Había un hombre, que amaba a Dios y quería servirle de todo su corazón. Siempre oraba buscando conocer la voluntad de Dios. Un día Dios le habló acerca de su voluntad para él: "Quiero que te mudes a un lugar alejado, a una cabaña en la montaña". Después de recibir la instrucción específica se mudó a aquel lugar. Una vez allí volvió a orar para pedirle a Dios una tarea para desarrollar y nuevamente Dios le habló y le dio un encargo: "¿Ves esa gran piedra que está frente a tu cabaña? Quiero que dediques todo el tiempo posible a empujarla". Aquel hombre satisfecho por haber escuchado la voz de Dios, se dio a la tarea y organizó su vida en función de su nueva misión, cada día disfrutaba de su tarea y se acostaba feliz de haber cumplido un día más con su encargo. Pasaron años, y estaba feliz y en paz con Dios. Un día mientras hacía un gran esfuerzo empujando "su piedra" se le acercó el diablo y comenzó a susurrarle: "¿No te parece un tremendo desperdicio dedicar tanto tiempo, tanto esfuerzo a una tarea que durante años no ha producido ningún resultado?" El hombre se quedó pensando... entonces el diablo le volvió a decir: "¡Tanto tiempo has pasado empeñado en empujar esta piedra y ni siquiera la has podido mover unos centímetros!" Un poco pensativo y un poco avergonzado el hombre se quedó reflexionando en la charla y por la noche decidió llevarle esta preocupación a Dios: "Padre, estuve pensando, no sería mejor que solo dedicara unos minutos por día a empujar esta piedra y con el tiempo que me quedaría libre podría hacer un montón de cosas útiles para tu obra? En realidad tanto tiempo he invertido en este trabajo y no logré ningún resultado... ni siquiera pude mover la piedra unos centímetros!"
"Hijo, cómo dices que no lograste ningún
resultado! Mira tus brazos, ¡cómo han desarrollado músculos! ¡mira la fortaleza
de tus piernas! ¡mira lo erguida que está tu espalda! Estás preparado para
enfrentar las más duras tareas! Y por otro lado ¿quien habló de mover la piedra?
Yo sólo te pedí que la empujaras!"
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