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Dios nos llama a la Obra
por Keith Bentson
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INTRODUCCIÓN
Hay una nota de urgencia en lo que se refiere a la extensión del evangelio:
Romanos 10:11-15. Pero es una urgencia bajo control, dirigida por el Espíritu
Santo, pues la obra es obra de Dios; no es nuestra. Dios no duerme, ni está
atrasado. Asi que Dios, en su sabiduría, elige, oportunamente llama, y luego
envía obreros a la mies. Le corresponde a todo hijo de Dios ofrecerse
voluntariamente para hacer la voluntad de Dios, pero no por eso el ejército de
Dios se compone de meros voluntarios. Se compone de conscriptos, de hombres y
mujeres que fueron llamados y designados para uno y otro ministerio, según la
voluntad divina. Pues bien, el tema de esta ponencia no es la obra, ni la
persona de Dios, sino el hecho de que es Dios el que llama a la obra.
1. El verbo "llamar" aparece multitud de veces en las Sagradas
Escrituras. En la mayoría de los casos se emplea simplemente en forma común y
corriente como cuando una persona desea dirigirse a otra persona sea en forma
directa o indirecta. Después, encontrarnos que se emplea con más seriedad
cuando se refiere al llamado de una persona de mayor rango a otra de menor
rango; por ej., los padres a los hijos (Génesis 24:58), las autoridades a los
ciudadanos (Éxodo 1:18), Moisés a los ancianos (Éxodo 19:7). Esta clase de
llamado no es una mera invitación sino un mandato. Este llamado requiere que
los hombres oigan y luego respondan en obediencia.
2. Dios obra así, también: ordena sus obras llamando. Llama a las
estrellas (Isaías 40:26), y hace que sucedan cosas en la historia; llama al
hambre (Sal. 105:16) y a la espada (Jer. 25:29). Cuando Dios quiere incluir a
una persona en la realización de sus propósitos les llama, pues así les da
oportunidad de sopesar la voz y contenido de su comunicación. Además, antes de
responder a Dios, el que oye tiene que comprender que es Dios mismo el que le
habla, es el Altísimo el que le llama, pues no siempre es fácil discernir que
la voz que se oye es realmente la voz de Dios. En el relato del llamamiento
del niño Samuel, once veces se emplea el término "llamar".
Ya que el llamado de Dios impone un serio compromiso sobre el que es llamado,
es difícil obviar un eventual conflicto con los compromisos humanos ya
establecidos. Asi Moisés tuvo que enfrentar al faraón, como Elías se vio
obligado a contrariar a reyes apóstatas. Sí, con frecuencia el llamado de Dios
conduce al sufrimiento. Refiriéndose al caso de Saulo de Tarso, Cristo dijo a
Ananías: "Porque yo le mostraré cuánto le
es necesario padecer por mi nombre". (Hechos
9:16). El llamado de Dios no conduce a puro azúcar.
3. En el ministerio de nuestro Señor encontramos que él pone en marcha sus
obras salvíficas mediante el llamado. Para sanar a la mujer que andaba
encorvada por un espíritu de enfermedad, dice el relato:
Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
"Mujer,
eres libre de enfermedad". (Lucas 13:12). Para
lograr la conversión de las personas, el Señor les llamó: "Porque
no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, al
arrepentimiento" (Mt. 9:13). Otra vez, dice: "Y
llamando a la multitud les dijo: Oid y entended...".
Y de ahí Cristo les explicaba las verdades espirituales (Mt.15:10).
También con el fin de formar un grupo selecto que pudiera asistirle
oportunamente en la extensión del reino de Dios, Jesús se dirigía a ellos
llamándolos: "...vio a dos hermanos,
Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar;
porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mi y os haré pescadores de
hombres..." Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo,
y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo, su padre, que remendaban sus
redes; y los "llamó" (Mt.4:18-21). A
poco tiempo, ya con los doce seleccionadas leemos:
"Entonces,
llamando a sus doce discípulos les dio autoridad sobre los espíritus
inmundos, para que los echasen fuera..." (Mt.
10: 1)
En todo caso donde Jesús llamó, fuera para efectuar una sanidad, fuera para
lograr el arrepentimiento, o para reclutar gente para un ministerio público, y
después para enviarlos, aunque su orden era con autoridad, no era impositiva,
pues cada uno podría no prestar oído y desechar la voz y el llamado de Cristo.
Pero por el llamado el Señor les comunicaba su voluntad para ellos, y así les
abría la puerta para que pudiesen responder en obediencia.
4. Al entrar en el libro de los Hechos de los Apóstoles y aun más en las
Epístolas, encontramos una profundización teológica de lo que significa ser
llamado, tanto al arrepentimiento y a la salvación, como a la obra.
Pedro predicó en el día de Pentecostés: "Porque
para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare"
(Hechos 2:39). O sea, Dios acciona su obra salvífica llamando a los pecadores.
Ellos oyen su voz -como Pablo recordara a los efesios: "...si
en verdad le habéis oído..." (Ef.4:21)- y los
que responden llegan a ser clasificados como los "llamados". "Pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente
tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos
corno griegos, Cristo el poder de Dios, y sabiduría de Dios"
(1 Cor. l:23,24; ver también 1 Cor. 7:17-24). Es para los llamados que "todas
las cosas les ayudan para bien" (Rom.8:28).
Continuará en la próxima edición