Descubrimos breves resúmenes de espiritualidad cristiana en el Nuevo Testamento.  Que bien podrían servir para de punto de partida de nuestra formación espiritual.

En el Padre Nuestro, por ejemplo, nos dirigimos al Padre con una confesión de nuestra dependencia absoluta y con esa confianza filial que hemos aprendido de Jesús, en la plena esperanza de que sus propósitos han de realizarse en nosotros, igual que en toda la creación. Confesamos nuestra dependencia de Él, pues de Él recibimos provisión, protección y perdón.
Como ya hemos notado, las bienaventuranzas resumen esa calidad espiritual caracterizada por la dicha y el estilo de vida que experimentamos bajo el reinado benéfico de Dios. Romanos 12 es otro ejemplo de compendio espiritual neotestamentario.

En toda espiritualidad auténticamente cristiana, la vida y la muerte de Jesús juegan un papel fundamental.  Su sometimiento radical a la voluntad justa y misericordiosa del Padre; su solidaridad con los necesitados de toda clase; su fidelidad a la comisión mesiánica salvífica hasta la muerte misma en que literalmente puso la vida por los demás; su esperanza absoluta en el Padre que fue capaz de vencer aún a la muerte, son todos rasgos, no sólo de la espiritualidad de Jesús, sino de sus seguidores.

Esta espiritualidad se expresa en la restauración integral y en la sanidad global de las personas y de las comunidades de acuerdo con la intención salvífica de Dios. Los alcances liberadores , que conducen a una plenitud de vida, están vislumbrados en la visión profética con que Jesús inició su misión mesiánica.

Esta espiritualidad se opone a todas aquellas versiones baratas que prometen felicidad, poder, bienestar y riquezas materiales a ser disfrutados de forma netamente individualista. Estas formas de religiosidad, que son atractivas y ampliamente difundidas, carecen de autenticidad neotestamentaria.

La espiritualidad del Nuevo Testamento es la de la cruz. Se caracteriza por la compasión y la solidaridad con los que sufren. Se expresa en el servicio desinteresado y en el testimonio – martirio. Participa en la misma misión salvífica de Cristo en el mundo.

Esta espiritualidad está enraizada en las Escrituras, inspirada e impulsada por el Espíritu de Cristo, y alimentada en oración. La espiritualidad que descuida estas disciplinas corre el riesgo de diluirse en un activismo secular que pierde de vista la gracia de Dios y se aleja de las corrientes del Espíritu del Cristo vivo.

No existe conflicto entre el camino interior  de la oración, la meditación en la palabra, y la contemplación, y nuestra participación activa en la misión de Dios en el mundo. Es el testimonio unánime de la iglesia cristiana, que el desatender las disciplinas espirituales, es exponerse al peligro de errar el camino del seguimiento de Jesús.

A veces se ha dicho que, “toda la vida es oración”. Pero cuando pretendemos que todo lo que hagamos sea oración, surge el peligro que nuestra espiritualidad degenere en un pálido reflejo de nuestro propio activismo, en lugar de pregnar con autenticidad toda nuestra participación en la misión de Dios.


DRIVER, Juan, Espiritualidad cristiana y educación teológica, en Encuentro y diálogo, Año 1989, N° 7, Buenos Aires, pag. 43 y ss. Fragmento.