Iglesia y Cultura
Por Daniel Zuccherino
Jesús también dijo a la gente: "Cuando
ustedes ven que las nubes se levantan por occidente, dicen que va a
llover, y así sucede. Y cuando el viento sopla del sur, dicen que va a
hacer calor, y lo hace. ¡Hipócritas! Si saben interpretar tan bien el
aspecto del cielo y de la tierra, ¿cómo es que no saben interpretar el
tiempo en que viven?" (Lucas
12:54-56 Versión Popular "Dios habla hoy").
El Señor Jesús nos llama -en el pasaje que acabamos de citar- a que
interpretemos el tiempo en que vivimos.
Como Iglesia Cristiana nos toca desenvolvernos en un marco
histórico-cultural determinado. Comprender ese marco resulta fundamental a
fin de cumplir adecuadamente nuestra misión en el mundo. Ello nos
permitirá interpretar el tiempo en que nos toca vivir a la luz del
propósito divino.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de "marco cultural"?.
Lo que llamamos “cultura” se relaciona con la escala de valores que
adoptan los pueblos, valores que determinan su estilo de vida.
La cultura se refleja -por ejemplo- en el lenguaje, el arte, las ciencias,
las creencias, las normas de conducta, etc.
Cultura del mundo y cultura del reino.
Así como existe una cultura “del mundo”, entendida como la forma de vida
propia de una sociedad ajena al gobierno de Dios y a sus valores, existe
también una cultura del reino la cual expresa los valores del reino de
Dios.
Nuestro llamado tiene dos facetas: Por un lado como Iglesia, como
discípulos de Cristo, somos llamados por el Señor a vivir los valores del
reino de Dios. Dice la Palabra del Señor:
“No vivan ya según los criterios del
tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así
cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es
decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto”.
(Romanos 12:2 Versión Popular “Dios habla hoy”).
El resultado de obedecer lo que El Señor nos ordena (o sea el cambiar
nuestra manera de pensar y de vivir) inevitablemente producirá una
diferenciación y aún un abismo entre la forma de vida del mundo y la forma
de vida de la Iglesia. Y entonces se presenta el segundo aspecto de la
misión cristiana, tan importante como el primero.
Tender un puente.
Ese segundo aspecto consiste en la necesidad de tender un puente sobre ese
abismo a fin de alcanzar a todos con el Evangelio de Cristo.
El Señor Jesús encargó a sus discípulos que:
"…Vayan por todo el mundo y anuncien a
todos este mensaje de salvación".
(Marcos 16:15 Versión Popular "Dios habla hoy").
En el Evangelio según San Mateo el Señor Jesús enfatiza el carácter supra-nacional
y trans-cultural de la misión que nos ha encomendado.
Dice la Palabra del Señor:
"Jesús se acercó a ellos y les dijo: -Dios me ha dado toda autoridad en el
cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y
háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a
ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin
del mundo". (Mateo 28:18-20
Versión Popular "Dios habla hoy").
En la historia de la salvación, al pueblo de Dios, le ha correspondido
desenvolverse en el ámbito de diferentes culturas.
La venida de Jesucristo el Hijo de Dios a este mundo se produjo en el
marco de la cultura hebrea.
Jesús vivió de acuerdo a los usos y costumbres del pueblo hebreo y en ese
contexto predicó el Evangelio.
Posteriormente y con el Apóstol Pablo en la avanzada, la Iglesia cruzó el
abismo cultural y penetró la civilización grecorromana. Luego de un
período de persecuciones el cristianismo pasó a ser tolerado y
posteriormente fue declarado religión oficial del Imperio Romano.
Nominalmente la sociedad del Imperio se identificó como cristiana y esta
situación se mantuvo, en general, durante la Edad Media.
El humanismo.
El panorama cambió durante el llamado “Renacimiento”, al cobrar vigor el
humanismo, que como corriente de pensamiento significó un rechazo más o
menos abierto de Dios y su Palabra y una ubicación del hombre como el
centro de todas las cosas.
Este proceso se profundizó con la Ilustración, la Revolución Francesa, el
Racionalismo y la Revolución Industrial.
La cultura moderna.
La llamada “modernidad” se inicia alrededor del siglo XVI, en el marco de
la Revolución Industrial, con el auge de los inventos, el progreso
tecnológico, y una renovada confianza en la razón y en el potencial
humano.
Todo esto generó un ambiente de optimismo, que llevó a creer que el ser
humano se encontraba en un proceso de evolución positiva, incluso en el
aspecto moral y que, teniendo en cuenta esos factores, el mundo gobernado
racionalmente por el hombre sería por fin un paraíso, un nuevo Edén.
Algunos de los postulados de la Modernidad.
Mientras durante la Edad Media se había enfatizado la sujeción a la
autoridad de la Iglesia (por ejemplo en el proceso de interpretación de la
Biblia) en la Modernidad el papel central corresponde al individuo, a
quien se entiende plenamente capacitado para acceder a las verdades
fundamentales de la vida por medio de la razón y el método científico.
Ese énfasis en la razón humana condujo -como consecuencia inevitable- a
una desestimación de lo sobrenatural.
En la concepción moderna lo material (el universo material) es lo único
válido y suficiente para explicar toda la realidad.
Pero a pesar de la visión optimista y la fe en la razón humana los
conflictos bélicos no cesaron, y el progreso moral no se hizo evidente.
Las guerras mundiales produjeron matanzas, genocidios y crímenes a una
escala desconocida en la historia humana. Baste mencionar a personajes
como Hitler y Stalin, entre otros.
Llegó un punto en el cual el optimismo de la modernidad se desmoronó. Ese
cambio se hizo evidente –por ejemplo- en el mensaje de la filosofía y del
arte.
La filosofía se tornó existencialista y escéptica. El pesimismo y la
desesperanza reemplazaron al optimismo.
Las novelas y el cine filosófico comenzaron a “martillar” su pesimismo en
relación al significado y al sentido de la vida. Fundado en el humanismo,
el culto de la razón condujo a la carencia de respuestas y a la
desesperación. Se llegó a la conclusión de que no había ningún valor fijo
para ninguna cosa o situación.
Comenzó a sostenerse que si las respuestas o las soluciones no pueden
encontrarse en la razón humana tal vez se pudiesen hallar en el área de la
“sin razón”.
Esto abrió las puertas a lo que hoy llamamos el pensamiento post-moderno.
Durante toda una generación los jóvenes fueron bombardeados con enseñanzas
que, vez tras vez, repetían el concepto de que la vida carece de sentido y
de que no existen valores fijos ni absolutos. En concreto lo que se estaba
diciendo es que no hay salida para el drama humano.
¿Puede asombrar lo que sucedió?
¿No parece lógico que ante ese panorama toda una generación se rebelara en
el mundo occidental durante los convulsionados años 60 y 70?.
Rebelión y droga.
A esa rebelión y violencia siguió la irrupción de la droga como fenómeno
masivo.
El filósofo Aldous L. Huxley sostuvo –por ejemplo- que dado que no podemos
encontrar significado a la vida por medio de la razón y que –según él-
resulta imposible encontrar “una verdad objetiva” debe facilitarse droga a
toda persona para que pueda tratar de encontrar la verdad “dentro de
ella”.
La subcultura “hippie” siguió estas instrucciones al pie de la letra.
Así la droga llegó a ser una verdadera ideología (se sostenía que si se
colocaba droga –por ejemplo LSD– en el agua de las ciudades, se
resolverían finalmente los problemas, con la condición de que un
importante número de personas se encontrara “en onda” ).
Luego de un verdadero "clímax" (Ej.: el festival de Woodstock de 1969) las
drogas y su subcultura dejaron de ser una ideología.
Aunque hoy en día ya no se las ingiera en relación con una ideología, no
por eso el número de personas adictas a las drogas ha decrecido sino que
-por el contrario- se ha incrementado en proporciones alarmantes.
En esa misma época la rebelión estudiantil se convirtió en un fenómeno
mundial.
Los jóvenes se rebelaron siguiendo a filósofos como Herbert Marcuse
(filósofo alemán de ideología marxista), básicamente contra una sociedad
fundada en el consumismo materialista e individualista.
El diagnóstico de los jóvenes fue –en muchos casos- un diagnóstico
correcto pero tomaron caminos completamente equivocados.
La Post-modernidad.
La cultura actual, conocida como post-moderna debe entenderse, como se
deduce de lo que venimos explicando, como una reacción contra los
postulados de la modernidad.
En general se reconoce que no es posible dar una definición abarcativa o
completa de lo que es la Post-modernidad. Sin embargo resulta claro que la
misma constituye un rechazo del racionalismo y de la llamada cultura
moderna. La Post-modernidad se expresa en puntos como los siguientes,
entre otros:
No a los absolutos: Éstos son reemplazados por conceptos como “mi
verdad” o “tu verdad”.
Utilitarismo: Si algo funciona, si me resulta útil y agradable,
está bien, es correcto y es, en ese sentido, verdad.
Vivir el presente: se busca vivir “ a plenitud”, pasarla bien. No
importa mucho el futuro y menos el pasado.
Superficialidad: Lo importante, reiteramos, es pasarla bien.
Detenerse a pensar, a evaluar, puede ser un gran obstáculo en ese
objetivo.
No al compromiso: Se huye de cualquier pacto o compromiso de
carácter permanente. Así, el número de matrimonios es cada vez menor,
reemplazados por uniones temporarias y de convivencia. En las iglesias más
y más personas se encuentran “de paso”, estableciéndose una especie de
proceso de rotación entre congregaciones.
Nueva espiritualidad: La fe de la post-modernidad es sincretista.
Básicamente se sostiene que en cada religión y en muchas ideologías hay
parte de verdad. El ejemplo más acabado es la llamada “Nueva era”.
La post-modernidad concreta –en el plano espiritual- un retorno al
paganismo.
Al procurar edificar su mundo rechazando cualquier valor absoluto o fe
trascendente el hombre contemporáneo se entrega a los cultos esotéricos,
el hinduismo, el ocultismo, etc.
La sociedad occidental rechaza, ahora abiertamente, el pensamiento
cristiano, sus valores, normas morales y de conducta y se aventura en una
experiencia neo-pagana.
Ya en el pasado el Señor ha hablado proféticamente y juzgado a
generaciones que han tenido actitudes similares:
“Ahora ve, escríbelo en una
tablilla delante de ellos y grábalo en un rollo, para que sirva en el día
postrero como testigo para siempre. Porque este es un pueblo rebelde,
hijos falsos, hijos que no quieren escuchar la instrucción del SEÑOR; que
dicen a los videntes: No veáis visiones; y a los profetas: No nos
profeticéis lo que es recto, decidnos palabras agradables, profetizad
ilusiones. Apartaos del camino, desviaos de la senda, no oigamos más
acerca del Santo de Israel. Por tanto, así dice el Santo de Israel: Ya que
habéis deshechado esta palabra, y habéis confiado en la opresión y en el
engaño, y os habéis apoyado en ellos, por eso esta iniquidad será para
vosotros como muro agrietado a punto de caer, como abultamiento en una
pared alta, cuya caída viene de repente, en un instante. Su caída es como
el romper de una vasija de alfarero, despedazada sin piedad; no se halla
entre sus pedazos ni un tiesto para tomar fuego del hogar o para sacar
agua de una cisterna”. (Isaías
30:8-14 Biblia de las Américas).
Como en el pasado toda una generación se levanta hoy en contra de Dios y
su Palabra. Este rechazo ha producido una polarización, lo cual hace
posible que la Iglesia contraste abiertamente con el mundo.
Nuevamente somos llamados a tender un puente para que millones salgan de
la desesperanza y el vacío y vengan al conocimiento de Cristo y a su vida
abundante.
Nuestra misión -reiteramos- es tender puentes y derribar cualquier barrera
no-bíblica que impida que esta generación sea alcanzada por el Evangelio.
El Apóstol Pablo nos describe como llevaba a cabo él esa tarea. Nos dice:
“Cuando ando con los judíos,
soy como uno de ellos para que escuchen el Evangelio y se entreguen a
Cristo. Cuando ando con los gentiles que guardan las costumbres y
ceremonias judías no discuto (aunque no estoy de acuerdo con ello), porque
deseo ayudarles. Cuando ando con los paganos, trato de llevarles la
corriente; desde luego, siempre que no vaya en contra de las normas
cristianas. Pero llevándoles la corriente les gano la confianza para poder
conducirlos a Cristo. Cuando estoy con gente de conciencia sensible, no me
las doy de sabio ni los hago lucir insensatos, porque lo que me interesa
es que estén dispuestos a dejarse conducir al Señor. En otras palabras,
trato de acomodarme en lo posible a las personas para que me dejen
hablarles de Cristo, para que Cristo pueda salvarlas. Hago esto para
darles el evangelio y también para alcanzar yo mismo la bendición que una
alcanza cuando guía un alma al Señor”.
(1 Corintios 9:20-23 Paráfrasis "La Biblia al día").
¡Queda claro que el gran objetivo consiste en que las personas conozcan a
Cristo! Debemos renunciar a los prejuicios y pedir sabiduría al Señor a
fin de acercarnos a la gente con respeto y afecto, haciendo énfasis en los
elementos que nos unen antes que en los elementos que nos separan.
Cada ser humano tiene -independientemente
de la época y la cultura que le toque vivir- un vacío que sólo Dios puede
llenar, vacío que se expresa en preguntas que sólo el Señor puede
responder.
Al evangelizar debemos anunciar el núcleo de la fe cristiana fundados en
la Palabra de Dios y no enredarnos en cuestiones secundarias o de
interpretación.
Prediquemos siendo sensibles a las necesidades de aquellos que nos rodean,
y en especial de los que sufren maltrato, los marginados, los enfermos,
etc.
Pero por sobre todas las cosas prediquemos con gozo las buenas noticias de
la salvación de Cristo Jesús. ¡Qué el mundo nos vea llenos del gozo y la
esperanza que anunciamos!
El Señor nos envía a un mundo sin fe trascendente, escéptico, relativista
y sin esperanza a presentar en el poder del Espíritu Santo a Jesucristo
como el único camino, la verdad y la vida, el único en el universo que
tiene palabras de vida eterna (Juan 6:68).
El tiempo es hoy: esta es la hora de la Iglesia. El Señor Jesús nos dice:
"Alzad vuestros ojos y mirad
los campos, porque ya están blancos para la siega".
(Juan 4:35b).
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