Entrevista a Jorge Cardozo, pastor de la Comunidad Cristiana de Valle Fértil, San Juan, junto a su esposa Norma.

 

En Misión:  Jorge, contanos por favor cómo fue que llegaste a Valle Fértil y cómo se desarrolló tu ministerio

Jorge Cardozo: Todo comenzó hace unos doce años cuando, luego de haber estado sirviendo al Señor en distintos pueblos de BsAs, por distintas circunstancias me quedé quieto en la iglesia. E hice un pacto con el Señor, en el cual yo le decía que no quería estar quieto en un banco. Y a la semana de pactar así con el Señor me propusieron venir a atender la obra de Valle Fértil.

En Misión: ¿Qué edad tenías en ese momento?

JC: Treinta y ocho años

En Misión: ¿Y cuánto tiempo tenías de haber conocido al Señor?

JC: JC: Desde los 24. Cuando me propusieron esto, consulté con mi esposa y estuvimos de acuerdo en aceptar. Ahora bien, al momento de aceptar yo sabía que los pastores que habían estado antes eran sostenidos por la congregación que los había enviado, pero cuando yo fui a responder que aceptaba el ministerio me respondieron que nosotros no íbamos a ser asalariados, lo cual fue un golpe. Pero con mi esposa decidimos que este asunto era con Dios, no con ningún hombre. No dependía del salario que podríamos recibir sino que teníamos que servir a Dios. Y me parecía mal además rechazar el trabajo porque no había paga, así que aceptamos igual.

Así que vinimos a Valle Fértil, una obra que cuando llegamos eran cinco personas aproximadamente los que quedaban, otros se habían ido. Recuerdo que salimos de BsAs con $300 y la mitad la gastamos en combustible. Fueron tiempos duros. Cuando hay un cambio de pastor muchas veces cuesta que te acepten, los pocos hermanos que estaban querían que hiciéramos todo como lo hacían los anteriores pastores… así que fue un tiempo muy duro, pero hemos visto siempre la mano de Dios apoyándonos.

Muchas veces quisimos tirar la toalla. No me puedo mostrar como alguien fuerte, que nunca aflojó sino que varias veces quisimos armar las valijas; uno piensa en la familia. Justamente estamos haciendo este reportaje en medio de un Congreso con características misioneras; y esto implica dejar familia, relaciones, arriesgar cosas, y venir a un pueblo donde muchos no te aceptan, y todos los meses tener que juntar para pagar alquiler, y otras cosas difíciles que hacían que uno se preguntara ¿qué estoy haciendo acá? Si tengo mi casa, mi familia… pero damos gracias a Dios porque cada vez que hacíamos esta pregunta él nos respondía qué estábamos haciendo allí.

Y si hay algo que nos sostuvo, que nos mantuvo firmes fue saber que Dios tenía un propósito con nosotros. Un propósito que llevó su tiempo, no fue algo que todo floreció ahí nomás, sino que llevó un tiempo de lágrimas, de soledad, a veces de pasar necesidad, pero hoy hace 11 años que estamos allí, y recién hace unos tres años que estamos viviendo un tiempo de crecimiento, de victoria; es como una recompensa para un tiempo difícil. Recuerdo ese texto que dice “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” Hemos pasado tiempos de lágrimas, de sentirnos abandonados, pero ahora estamos viviendo un tiempo de regocijo, estamos volviendo con alegría, viendo lo que Dios está haciendo en ese pueblo.

Damos gracias a Dios porque hace dos años y medio que entramos en contacto con la Comunidad. En ese momento me di cuenta que no podía seguir sosteniendo la situación como estaba, sin relación ni apoyo. Hay momentos en que uno mismo está pasando por un momento difícil, casi destruido, y viene alguien a tu puerta y tenés que ayudarlo y alentarlo a seguir adelanto, cuando uno estaba muy debilitado. Así que uno mismo necesita ser ministrado. Así que comenzamos a buscar cobertura espiritual, buscando dirección de Dios; en ese proceso había tomado contacto con algunas iglesias de la ciudad de San Juan, tenía concertadas algunas entrevistas pero Dios cambió todo los planes, nos mostró con quién teníamos que hablar así que doy gracias a Dios por la relación de amor que tengo con el pastor y todos los hermanos.

Así que vemos que el tiempo de soledad terminó también. Problemas hay siempre, siempre hay dificultades que sortear, pero en soledad es mucho más difícil.

Estamos viviendo un tiempo precioso. Dios nos ha provisto los medios necesarios para poder llegar a los lugares más apartados de V. Fértil, las regiones desérticas. V. Fértil es visto como un hermoso destino turístico, pero hay muchos parajes alejados que nadie conoce, caseríos escondidos en el desierto que uno no se explica como hay gente viviendo allí, con muchas necesidades. Y a través justamente del Congreso Misionero de General Alvear Dios despertó mi preocupación por esta gente, dándome cuenta que yo había estado haciendo un trabajo misionero solo que no me había dado cuenta. Y allí Dios abrió mi corazón, puso carga por las misiones como nunca la había tenido, y comenzamos a salir de la ciudad, llegando a los lugares más apartados, tratando primero de compartir tiempo con la gente, mostrando que en realidad nos importan, no que queremos meterle un mensaje a presión sino que verdaderamente estábamos interesados en ellos. Las puertas se abrieron de una manera tremenda, nos recibieron en todo lugar al que fuimos por eso, porque hay gente muy olvidada, que es visitada solo en tiempo de elecciones por algunos políticos y después nunca más.

Bien dice la Palabra que la mies es mucha y los obreros pocos, porque las distancias son tan grandes y tan difícil llegar que por ahí no nos dan los tiempos. En un año no alcanzamos a dar toda la vuelta; hay lugares a los que llegamos cada 2 años.

Pero, viendo todo globalmente estamos muy agradecidos al Señor. Crecimos de 5 o 6 a 250. La semana pasada hicimos un festival y Dios me sorprendió por los colaboradores que ha puesto a mi lado pues quedé desobligado de todo. Cuando vi lo que habían organizado me sorprendió, quedé conmovido en mi corazón. Teníamos allí unas 400 personas que llenaron la plaza del pueblo y el patio de la iglesia, viendo lo que los jóvenes habían preparado con mimos, danzas, obras teatrales, de música del conjunto de la iglesia.

Comprobamos en este tiempo entonces que Dios es fiel. Y no es que Dios nos premie porque nosotros resistimos sino que Él nos fortaleció para poder seguir adelante, porque como te decía muchas veces nuestras fuerzas se acababan y queríamos volver. En este tiempo ya casi ni me acuerdo de mi casa en Buenos Aires; Dios me dijo que ni pensara en eso. Mi casa se convirtió en un alojamiento para mis familiares –no se quién estará ahora- , el que se casa va ahí, y a veces me hacía problema, pero Dios ha permitido que tenga mi mente despejada y libre para su obra.

Son muchas las cosas que quisiera contar, pero entre todas ellas recuerdo particularmente una vez que estábamos cortando el pasto en el terreno de la iglesia, y estábamos con el dinero muy justo. Norma había cocinado el día anterior una olla de sopa bien nutritiva que teníamos preparada para el momento de terminar la tarea. También ocurrió que la casa que habíamos alquilado tenía una deuda de luz de $500 así que llevábamos casi tres meses sin energía, sin poder usar la heladera; así que al volver y comenzar a calentar la sopa sentimos un aroma agrio y vimos que la comida había fermentado, y no teníamos otra cosa. Salí afuera y me apoyé en el umbral de la puerta preocupado, no por nosotros sino por los chicos y por el efecto de las necesidades sobre ellos y porque pudiera surgir en ellos un resentimiento con Dios, pensando en que yo quizás los había sacado de un lugar del que nunca debiera habérmelos llevado. Yo estaba mirando al cielo y paró frente a mi casa un Renault 21 –todavía lo recuerdo- , bajó una señora, preguntó si era la casa del pastor, y comenzó a bajar cajas de mercadería y me pidió que esperara porque iba a volver. Como a la media hora vuelve y baja una fuente de tallarines con pollo listo para comer. Después de eso nunca la vi más, y quedé sorprendido de la forma en que yo había estado preocupado por mantener mi sopa de un día para otro y Dios quería que comiéramos tallarines con pollo.

Esas son las cosas que nos fueron mostrando que Dios estaba con nosotros y que era él el que nos sustentaba.

 


 

Volver a sección principal de "Escritos"
Volver a la Página Principal