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2. Cuando Dios le daba algo, no lo promocionaba humanamente, buscando
“contactos” o haciendo lobby.
Gál. 1:15-19
15Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, 16revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, 17ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. 18Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; 19pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor.
Luego de su conversión, y de que Dios le dice que será usado para llevar su palabra a los gentiles, esperó y recién después de tres años en Arabia vuelve a ver a Pedro: reformuló su pensamiento y lo puso en las manos de Dios. Luego, recién luego de 14 años (Gál. 2:1) de haber madurado el proyecto de evangelización a los gentiles, recién lo llevó a los apóstoles. Si Dios no nos va a apoyar, mal haremos en buscar apoyo de los hombres.
2 Cor 3:1-31¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? 2Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; 3siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
Aquí parece haber referencia a cierta costumbre detectada entre los corintios (o quizás entre quienes se habían entrometido en el desarrollo de la obra, en contra de la autoridad apostólica) de armar alianzas por medio de recomendaciones. Pablo sigue a Jesús en aquello de que “por los frutos los conoceréis” al afirmar que la única promoción –si la hubiere- es la del resultado de la transformación que el Espíritu Santo ha realizado en el corazón de aquellos que están bajo nuestro cuidado.
3. Era conciente de que no agotó el aprendizaje
Siempre hay algo más de la gracia de Dios por recibir, algo de su Persona que conocer. Fil 3:8-10.
4. No edificaba sobre fundamento ajeno. Rom
15:20; 2Cor.10:16
5. Sufría por los discípulos. Gál. 4:19; 2Tim 2:3,10.
Había asimilado la idea de que el obrero “sufrirá penalidades” 2Tim cap. 2. Todo lo soporta por amor de los escogidos (2:10).
6. Se preocupaba por que sus discípulos reciban no
solo palabras, sino un mensaje basado en el poder de Dios. 1Tes. 1:5;
2Cor.6:7; 1Cor. 2:5.
7. No entraba en discusiones sobre palabras, o “vanas palabrerías”. 2Tim
2:16; Rom. 14:1.
8. No se comportaba como quien tiene autoridad, sino siendo ejemplo. 2Cor
8:8, 1P 5:2.
9. Su estilo de conducción parece haber sido en cierta medida “blando”.
En 2Cor 10:1 Pablo dice que, aunque desde lejos tenía necesidad de ponerse atrevido con sus cartas, “cuando estoy presente ciertamente soy humilde entre vosotros”. Sus mismos opositores le cuestionaban que “la presencia corporal es débil y la palabra despreciable” (2Cor 10:10).
¿Por qué alguien con la autoridad de Pablo se comportaría como débil? ¿Y por qué alguien con su profundidad teológica se manejaría ex profeso con un léxico sencillo? Quizás porque es la única forma de permitir que otros se desarrollen, aún con los riesgos que esto conlleva.
De cierto que estilos de liderazgo más conductistas consiguen algún tipo de resultados más rápido, pero si se quiere formar un pueblo que refleje el carácter de Dios y que perdure más allá de nosotros, parece ser que el estilo de Pablo es el que debiera seguirse. Como líder, él sigue a Jesús, que se bajó a nuestro nivel (Fil. 2), se mostró débil, y no ocultó sus fragilidades y aún temores a los que lo seguían. El mismo Pablo diría un poco más adelante (2Cor. 12:10) que no despreciaba esas situaciones en las que se veía como débil o angustiado, “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Lógicamente, esto no significa debilidad moral: estos mismos capítulos muestran que cuando era necesario corregir, lo hacía con toda autoridad.
10. Tenía aprendido un oficio con el cual valerse cuando las cosas no iban bien.
Era importante para él que los discípulos supiesen que no estaba interesado en lo que materialmente pudiese obtener de ellos 2Tes. 3:7,8 (aunque tenía derecho, v9). Les enseñaba con su ejemplo sobre las cosas prácticas diarias.
11. Oraba insistentemente por sus discípulos. Ef.
6:18; Fil 1:4; Ef. 1:16; Col 1:3; 1Tes 3:10.
12. Sabía diferenciar el consejo y voz del Señor de su propia opinión y
consejo. 1Cor 7:10,12.
13. Era sensible a la voz de Dios, aunque la misma fuera en contra de
planes previamente establecidos. Hch. 16:7-10.
14. Formaba a otros discípulos como obreros; trabajaba en equipo,
delegaba. 1Tes 3:1,2; Rom 16 (¡entre tantos otros textos!).
15. Ejercía su autoridad, pero una vez maduros los discípulos se
desprendía de ellos, no fomentando una dependencia paralizante. Hch. 20:26-28.
Los enviaba aquí y allá, les daba espacio para crecer, y luego les encomendaba
el mismo trabajo (2Tim 2:2).
16. Combinaba un profundo temor del Señor y sensibilidad a su voluntad con una
santa osadía y pasión por dar el próximo paso. Rom. 15:23.
Los momentos más decisivos de su vida lo encontraron involucrado completamente en la tarea que tenía por delante, de forma tal que Dios lo dirigía “yendo por el camino”, como cuando recibió la visión del varón macedonio o aún equivocado como en el momento de su viaje a Damasco. Bien dijo alguien que Dios no llama a los desocupados.
No midió costos; junto con una gran dependencia de Dios, lo encontraremos siempre ocupando hasta sus últimas energías en hacer su voluntad. 2Cor. 12:15 “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas…”