Introducción:
El mandato a la oración no nace de los hombres, nace de Dios. Él manda que
oremos. ¿Por qué? Muy simple: Quiere contestar nuestras oraciones. Quiere
que entendamos que respecto a Él no habrá problemas; responderá siempre. Lo
aseguró Jesús con muchos ejemplos: el de la viuda frente al juez injusto (Lc.
18:1-7); sobre la seguridad que puede tener todo hijo de Dios del oído
atento del Padre a toda petición de sus hijos (Lc. 11:11-13); etc. Será más
segura la respuesta de Dios que nuestras oraciones (Mt. ó:8).
Al tratar este tema nos volveremos como niños, que es la actitud correcta
del que ora. A veces da la impresión que la oración es la “cosa terrible”
del cristianismo. Sin embargo, para Jesús era lo normal y deseable. Queremos
reencontrarnos con la oración, que la amemos y no podamos pasarnos sin ella.
Autopsia de la falta de oración
Sé que la palabra autopsia es fuerte, pues es
el examen a un cadáver. Pero es que justamente no quiero partir de los que oran
poco, sino desde aquellos que tienen la sensación de no tener vida le oración.
¿Qué encontramos en alguien así?
A. No vio cuán desesperadamente necesitaba la ayuda de Dios. Es
verdad que la fe abre puertas, pero que la oración es la llave para que éstas se
abran no cabe la menor duda. La fe es casi inútil en las manos del que no ora.
Jesús les dijo a sus discípulos: "Separados de mi nada podéis hacer". Hoy
tampoco podemos hacer nada separados de Él. Nada en las cosas grandes, ni nada
en las cosas pequeñas. Todo lo que emprendamos sin Él es nada, es pérdida de
tiempo.
B. No se vacunó contra el profesionalismo. La única vacuna es la
oración. La falta de ésta es la pérdida del primer amor (interpretación libre).
El hombre de Apocalipsis 2:1-6 pudo hacer casi todas las cosas buenas del
ministerio, pero su candelero estaba pronto a ser quitado de su lugar.
C. No tuvo capacidad para la quietud con Dios. Siempre con
actividades, siempre un buen motivo para salir de la quietud. A mayor movimiento
interior por la oración, menor activismo exterior, menor frustración, menor
posibilidad de caer en pecado, menor cantidad de charla con los hombres, menor
deseos de pasatiempos mundanos. Arte de las artes es la capacidad para la
quietud con Dios. Pero, ¿cómo aquietarse cuando hay un torbellino interior (a
esto muchos lo disfrazan de temperamento)? Lo trataremos más adelante.
D. No confesó como pecado la falta de oración. El "orad sin
cesar" es un mandamiento, y la falta de ésta es rebelión contra Dios.
Arrepentimiento sería comenzar a orar.
E. No fue el termómetro para medir su consagración al Señor.
Consagrarse a la oración es consagrarse al Señor. Midamos también nuestra
entrega por el tiempo de oración que dedicamos.
F. Se convirtió en "periodista" del reino de Dios. Los periodistas
informan, analizan, opinan sobre el estado físico de jugadores, pero no son
jugadores; la hacen sobre las armas, pero no son soldados; juzgan un partido,
pero no son árbitros. El "periodista" gambeteará el enfrentarse con enfermos,
endemoniados y situaciones de guerra espiritual sobre ciudades, familias, etc.,
y hasta muchas veces dirá: "No es mi ministerio." Todas estas circunstancias que
demandan una operación sobrenatural de Dios son sencillas para el que tiene una
vida de oración. El ministerio de Jesús estuvo impregnado de liberaciones,
sanidades, el anuncio de las buenas nuevas. Nuestro ministerio no puede ser
diferente, a menos que dejemos de lado la oración.
G. Usó de la autodefensa. Las espinas del cactus son tiernas,
suaves y flexibles mientras tienen humedad. Una vez secas se endurecen y se
constituyen en elementos de protección para el cactus. Al dejar de orar nos
tornamos personas duras, frías, rígidas, insensibles y calculadoras. La humildad
del Espíritu ya no está en las actitudes de compasión, de saludo tierno, de la
dependencia de Dios para tomar decisiones, del gozo espontáneo. De todo esto,
quedó la forma.
H. Se convirtió en anémico espiritual. La anemia es peligrosa
porque no produce síntomas espectaculares, y muchas veces la muerte llega por el
camino del silencio. Lo mismo ocurre con la falta de oración en el cristiano; lo
va convirtiendo en un anémico espiritual, sin síntomas demasiado visibles. Ahora
el hijo de Dios va desde las actividades hacia el Señor, y no al revés. El
trabajo realizado así tiene una particularidad: debilita el gusto por Dios.
Mientras nos desligamos de Él vamos siendo tomados por las actividades; luego,
miramos al Padre como una "cubierta vieja" y decimos, ¿Para qué sirve? Esa es la
recta final de la muerte.
La oración legítima
El que ora...
A. ...ha hecho orar a todo su ser, desde lo más íntimo hasta la
superficie. Para ello ha estado bajo el proceso de Dios. ¿Sabemos que el Señor
es el gran desinstalador? Siempre saca las cosas de su lugar. Lo hizo con
Abraham, con Jacob. A José lo arrancó del lado de su familia para ubicarlo en
Egipto. Pero a Israel lo saca de Egipto para ponerlo en el desierto. Dios hará
esto en la esfera de la oración; constantemente estará sacándonos del lugar en
que nos acomodamos. ¿Qué sucede al querer tener comunión con él de esta
manera?...
La comunión intensa con el Señor lo anima a él
a mostrarnos lo que ve en nosotros. Se despierta una aguda conciencia que grita
“¡Guerra!” a la conciencia de Dios. Aquí se define la batalla. Nos sentimos como
una fortaleza amenazada y asaltada por el Señor, con murallas, trincheras,
escondites, fosos de separación, enemistades, resistencias. Aquí se cumple lo
dicho por Jesús: "No he venido a traer paz a la tierra, sino espada" Toda
relación falsa es descubierta y atacada; lo que es impuro no es aceptado; por lo
tanto, la impureza es torturada hasta que es obligada a claudicar. Esto es así
porque el Señor apunta a nuestra integridad. Algunos tendrán definidos sus
ministerios, pero el Se5or querrá que se tenga definida la vida de oración.
Además, el que ora...
B. ...se ha puesto de acuerdo con Dios. La oración legitima es aquella
que pone al que ora de acuerdo con Dios. Así como la falta de oración revela
independencia de Dios, la oración legitima no cubre las desobediencias; las
descubre, y el que ora comienza a ponerse en armonía con el Señor, se alinea con
la voluntad de Dios. Ya no cuestiona su palabra, ni a los hermanos; ha cesado de
"dar coces contra el aguijón". Esta es la marca de aquellos que tienen vida de
oración legitima: han cedido. El que ha cedido ante Dios, lo hace ante su
palabra, y también ante los hombres, para que Dios gane.
La oración: un estilo de vida
La oración no debería ser considerada como una disciplina de la vida cristiana.
Para el ser humano respirar es algo que se hace para sobrevivir. Así es la
oración: es la vida del cristiano. Será música de fondo del andar del hijo de
Dios. Este estilo de vida Pablo lo resume así: "Orad sin cesar".
A. La oración es hacer intervenir a Dios. Sobre lo orado, Dios obrará, y
sobre lo que no se ha orado, Dios no intervendrá. ¡Qué ridículo es que en los
negocios del Padre, el Padre no intervenga! Es así que somos libres de todo lo
que hemos orado, y de lo que no hemos orado serán nuestras ataduras. Las armas
de nuestra milicia no son carnales; por lo tanto, sólo son levantadas por la
oración.
B. La oración será el intercambio de cargas. Entregamos las nuestras a
Dios, y recibimos las suyas. Una buena señal de que hemos dejado nuestras
preocupaciones, circunstancias difíciles, y nuestros afanes en las manos del
Se5or es que salimos de la cámara de oración con las cargas y propósitos de Dios
sobre nuestros hombros. ¿Nos movemos guiados por nuestras cargas o por las de
Él? Su promesa es que nos dará fortaleza para las suyas, no para las nuestras.
Decididamente, no respaldará nada nuestro. No hay otro lugar de intercambio de
planes excepto en la presencia del Señor.
C. La oración será receptividad. Cultivemos más el pedir, el buscar y el
llamar, que el recibir, el hallar y el "se os abrirá". ¿Quién podría afirmar que
la misma cantidad de oración ofrecida tuvo la misma cantidad de respuesta
recibida? Y no porque el Padre no responda, sino por el hábito de no esperar a
recibir la respuesta. La oración es como el aspirar y respirar; no podemos vivir
solo respirando, tenemos que aspirar. Los latidos del corazón son dos, un solo
latido es tremendamente alarmante. Si solo oramos y no vemos respuesta, será
frustrante. La oración no es un monólogo, es diálogo. La respuesta de Dios puede
venir de varias maneras: contestación inmediata, voz interior, visiones,
experiencias tipo tercer cielo de Pablo, desborde de gozo, paz, etc. Pero
perderemos la gloria de las respuestas si no tenemos en cuenta dos cosas: que
Dios no hace alarde de lo que contesta; Él es humilde y "el Dios que se
encubre." Solo la persona que ha desarrollado el hábito de esperar en todo
tiempo se dará cuenta de "todas sus maravillas." Como la gallina incuba los
huevos por varios días, incubaremos las respuestas con la espera.
D. La oración se hará con motivación o sin ella. Orar por necesidades o
sin necesidades. Orar por gusto a la comunión con el Padre. Puede ser producida
por planes, pero puede ser también por la falta de éstos. Además, toda situación
será un recurso para orar. David dijo: "En la angustia tú me abres salida." Un
recurso para orar: la angustia; allí encontraría salida. Allí puedes orar:
"Desde el polvo te alabo." La humillación más grande será un recurso para orar;
el mayor recurso será nuestra propia insuficiencia.
Conclusión:
Si queremos hallar y ver a un hombre tenemos que estar en los sitios en que
hemos de encontrarle. Hay un lugar seguro de encuentro con Dios: LA ORACIÓN.
Suena la voz de un viejo profeta a todo líder; es una pregunta a modo de
reclamo:
¿Quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra?
(Jeremías 23:18)