Actitud ejemplar del apóstol Pablo frente a la Misión II
por Osvaldo Cepeda
"Cuando
vio la visión, enseguida procuramos partir a Macedonia, dando por
Cierto que Dios nos llamaba para que les anunciáramos el evangelio."
Hechos. 16:1.
En mi nota anterior comencé a exponer acerca de la visión del apóstol Pablo como un modelo a seguir. En resumidas cuentas, eso significa saber no solo dónde debemos realizar el trabajo, sino también saber con quién y cómo la haremos. El Señor Jesús también remarca este mismo principio a sus discípulos al decir: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque es esto es verdadero el dicho: uno es el que siembra y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores (Juan. 4.35-38)
Sin lugar a dudas, "alzar la mirada" es tratar de ver más allá de lo que hasta ahora hemos visto, y ver todo el cuadro. Es tratar de ver qué quiere hacer el Señor más allá de nuestros límites, con quién lo haremos y cómo lo haremos. Cuando alzamos la mirada, siempre vemos más de lo que hasta ahora hemos visto; ahí se produce la visión.
Mi diccionario bíblico, respecto al vocablo "visión", dice: "La visión bíblica no es un mero trance místico, sin que va acompañada por la palabra que anuncia la voluntad de Dios, sea para las circunstancias del momento o su propósito final." Esta definición nos ayuda a ubicarnos en nuestra espiritualidad acerca de lo que estamos buscando o tratando de saber. La visión no debe ser algo místico, abstracto e inexplicable. Si realmente es del Señor, otros la van a entender y compartir. Precisamente, en la pluralidad de ministerios la visión se amplía y se enriquece. En mis palabras de la primera entrega sobre este tema, destacamos que cuando Pablo tuvo la visión, la compartió con sus compañeros de obra, y juntos dieron por cierto que era el Señor quien los llamaba a Macedonia.
Otro aspecto que nos cristaliza la visión es claridad para desarrollarla. En Romanos 15.19-20 Pablo nos muestra que la misión no se desarrolla al "vuelo", ni de cualquier manera. Él destaca al menos tres cosas que para mí han llegado a ser fundamentales en la realización de la obra: el poder del Espíritu Santo, una región determinada y el esfuerzo nuestro.
Siempre recuerdo el día que llegamos por primera vez a un pueblo en
la Provincia de La Pampa. Quizás fue por primera vez que alguien predicaba
el evangelio allí. Ese pueblo no tenía más de 1.000 habitantes.
Nuestra presencia despertó curiosidad luego de haber anunciado con altoparlantes
que esa noche predicaríamos en el salón más grande del
pueblo. A la hora determinada el salón estaba colmado de gente. Mi compañero
y yo estábamos conscientes que esa gente no sabía nada de la liturgia
evangélica, así que mi amigo, mucho más osado que yo, tomó
la delantera y comenzó a comunicarse con la gente. Les dijo (más
o menos así), "Nosotros hemos venido a este pueblo para hablarles
de un Cristo vivo, de un Cristo que salva, que hace milagros." Él
se fue envalentonando hasta decirles: "?Qué milagro quieren que
les haga el Señor?" Debo confesarles que a esta altura yo temblaba
como una hoja. Pero el pueblo, a una voz, gritaba: "!Que llueva, que llueva!",
pues hacía seis meses no había llovido. Mi amigo hizo señal
de silencio y mirándome, me dijo: "Osvaldo, por favor, ora para
que llueva." Oré con gran debilidad, invocando al poder del Espíritu
Santo con señales para esta gente. Al otro día, antes de la segunda
reunión, llovió tremendamente.
Han pasado casi treinta años desde que esto aconteció, y cada
vez que paso por ese pueblo todos recuerdan aquella lluvia como una señal,
como un milagro. Yo también lo creo así. Aquel episodio le mostró
a la gente el poder de Dios. Es fundamental dar lugar al poder de Dios. Sin
el poder sobrenatural no dudo que sea imposible desarrollar la misión,
por más visión que tengamos.
Como ya mencioné, pronto harán treinta años que nos movemos en esta región. Cuando el Señor nos indique otro lugar, ahí estaremos. Pero creo que el desarrollo de una visión se cumple en un lugar determinado. No hace mucho escuchaba a un varón, que sabe mucho de misiones, lamentar ver a muchos "misioneros" cambiando permanentemente de misión. Decía: "No hay agencia misionera que no conozcan, y como natural consecuencia, tampoco han podido desarrollar nada."
El apóstol Pablo dice: "Me esforcé a predicar el evangelio". Efectivamente, la visión jamás nos libra del esfuerzo. Más bien, la visión nos fortalece en los días difíciles, frente a las dudas que nos asaltan en tiempos de siembra sin cosecha, frente a la indiferencia de la gente, la escasez de recursos y las maquinaciones del diablo. En esos días tendremos que esforzarnos
Sinceramente, creo que Dios nos está fortaleciendo, y es justo en estos días de prueba que la visión toma brillo, o se marchita. Pablo animaba a Timoteo diciéndole, "...esfuérzate" (II Timoteo 2.1); a los corintios: "...portaos varonilmente y esforzaos" (II Corintios 16.13). Las grandes obras de Dios siempre contaron con hombres y mujeres que supieron sacar fuerzas de debilidad para no claudicar. Pero con el correr del tiempo recordaremos el esfuerzo que nos costó llegar a un lugar y establecer la obra, pero lo recordaremos sin pena, pues gritaremos con el apóstol Pablo, "Tengo pues, de qué gloriarme en Cristo (Romanos 15.17)
Roguemos al Señor que nos dé una visión clara para realizar la misión bajo el poder del Espíritu Santo, firmes en el lugar donde nos ha puesto, sin desmayar, esforzándonos en la gracia que viene de él.
Nuestra próxima reflexión, Dios mediante, será sobre haciendo la misión en equipo.
Hasta pronto, Osvaldo