COMENTARIOS Y OBSERVACIONES SOBRE
NUESTRO ESTILO DE EVANGELISMO

por Keith Bentson

INTRODUCCIÓN:


La naturaleza de la Iglesia del Señor es evangelística y misionera. Algunos afirman que la tarea suprema de la Iglesia es evangelizar. Aunque preferimos no ser tan categóricos en definir su naturaleza como tan preeminentemente evangelística, para dar el merecido lugar a otros aspectos de su vida y ministerio, sigue siendo una verdad fundamental que ella está en la tierra para predicar el evangelio a toda criatura y hasta el fin del mundo. A continuación queremos señalar algunos aspectos evangelísticos que reflejan nuestro sentir y concuerdan -hasta ahora- con nuestra visión evangelística y misionera.

 

I.

EVANGELIZACION APOSTÓLICA Y PIONERA EN CONTRASTE CON EL EVANGELISMO CONGREGACIONAL

Pensamos que es justificable distinguir entre una gracia evangelística de orden apostólico (del equipo apostólico) y la que emana de la vida y trabajo de la hermandad cristiana en una localidad. Veamos:

Apostólico
Congregacional
- Son enviados en una misión especial, por un período de tiempo;

- Residen permanentemente en el lugar;

- Introducen el reino de Dios;
- Viven el reino de Dios;
- Su ministerio es frontal;
- Su ministerio permea;
- Las señales sirven para confirmar la veracidad del mensaje;
- Las señales reflejan más bien la paternidad de
Dios entre el pueblo;
- Se destaca la autoridad espiritual, su poder y unción. - Su vida y testimonio vienen a
ser su arma principal.

Nota: Es obvio que estas diferencias no son absolutas, pero sin embargo el diferenciar la gracia y ministerio apostólicos de una gracia congregacional contribuye a que la congregación no pretenda ser ni más de lo que Dios le ha destinado a ser y de hacer.

Hacemos bien en recordar que las últimas palabras de nuestro Señor dadas en Mt. 28:18,19, Mc. 16:15-18, Lc. 24:46-49 y Hechos 1:8 son primeramente dirigidas a los que poseen una vocación apostólica y misionera. Literalmente los apóstoles tenían la obligación de realizar un ministerio itinerante; cosa que no se pide necesariamente a los demás santos. Al mismo tiempo la iglesia hereda la savia y gracia apostólica, toma en serio los mandatos que fueron entregados a los apóstoles y se desarrolla bajo sus preceptos.

 

II.

EL EVANGELISMO EN BASE A LA VIDA Y TESTIMONIO DE LOS SANTOS.

1. Una congregación tibia, enfermiza y dividida no sólo no crece, sino también impide el ministerio de evangelistas itinerantes. Una vez fundada la Iglesia, su vida y testimonio pesa fundamentalmente más que un ministerio translocal.
2. Observamos que en las Epístolas, muy poco se anima a que la congregación evangelice; más bien se le exhorta a que viva como pueblo de Dios. No obstante, las congregaciones eran animadas a evangelizar gracias al ejemplo de los apóstoles, al testimonio del Espíritu Santo, y al amor derramado en sus corazones al efecto de amar a su prójimo (ver Fil. 1:27-29; Hechos 15:35; I Cor. 15:58).
3. Recordemos que son, en gran parte, los nuevos discípulos los que, viviendo en un cardumen, traen a otros a las reuniones y al Señor.
4. Así que, es importante dedicar tiempo especial a los familiares inconversos de los recién convertidos, especialmente a los esposos y padres.

 

III.

LAS SIGUIENTES FORMAS "NATURALES" HAN SIDO ENTRE NOSOTROS LAS MÁS EFICACES PARA GANAR GENTE NUEVA:

- Reuniones dominicales;
- Reuniones caseras;
- Contactos personales;
- Esfuerzos de 3 a 5 días en el salón propio o en otro alquilado;
- Participación en una campaña unida;
- RECOMENDAMOS: Un discípulo (especialmente uno nuevo en la fe) invite a su casa a familiares y vecinos, sin que se pretenda convertir esa casa en una reunión casera formal o permanente. Se realizan de uno a cinco encuentros allí solamente para predicar el evangelio- Si se convierten algunos, es importante que pronto tengan contacto con el resto de la congregación.

 

IV. INFLUENCIAS Y TENDENCIAS QUE COARTAN EL FILO DEL EVANGELIO
1.

El humanismo: coloca al hombre en el centro. Sus necesidades y deseos vienen a ocupar el centro del mensaje. Aunque no debemos exagerar las diferencias entre las ofertas y las demandas del evangelio -pues ambos aspectos son parte del evangelio- igual nos corresponde discernir bien lo sutil que es la predicación donde al fin de cuentas el oyente queda con la idea de que él es el centro. Debemos dejar la impresión: Dios no existe para el hombre, sino el hombre fue creado y existe para Dios.

(Considerar el racionalismo: el hombre decide lo que está bien y mal; el secularismo: se divide lo sagrado de lo secular; el hedonismo: el valor supremo es el placer, sea pecaminoso ó no; la prosperidad: no la que es fruto de una vida ordenada vivida bajo el reino de Dios (Lc. 18:28-30), sino la que insinúa egoístamente que Dios quiere que "yo" prospere).

2.

El clericalismo: buscando servir y ayudar a los que necesitan del Señor, nos convertimos en sacerdotes mediadores, en una casta sacerdotal. Sin querer, podemos crear una excesiva dependencia de nosotros, de nuestras oraciones, etc. Debemos recordar: Isa. 55:6,7; el joven rico (Lc. 18:18ff.) y Rom. 10:13; considerar que Jesús no empleó el "llamado al frente", sino que dejó que la palabra predicada pusiera en disyuntiva al oyente, obligándole a usar su iniciativa propia para salir de su estado (aunque pase al frente); no practicó el orar por la gente, dando asì lugar a que la gente confiara en su fe y celo.

 

 
V.

LA META, EL FIN DEL EVANGELISMO

  1. Reconciliar con Dios (II Cor. 5:20), con énfasis en la responsabilidad del hombre.
  2. Rescatar de Satanás, del pecado y del infierno (Col. 1:13).
  3. Salvar y redimir vidas que fueron creadas a la imagen de Dios (Col. 3:10). Tengamos celo por la gloria de Dios.
  4. Formar de los redimidos en la tierra una morada para Dios mismo (Efe. 2:22; I Cor. 14:24,25).

 

VI.

COMENTARIOS FINALES

  1. La salvación es una obra que sólo Dios mismo puede realizar. Ver Jn. 3:1-8; Mt. 11:25,27; Rom. 15-18. No buscamos hacer crecer "mi" iglesia.
  2. Antes, durante y después de la evangelización, lo más importante es la oración. Ver Rom.10:1; I Tim. 2:1-4.
  3. El extender el evangelio involucra lucha en nuestro espíritu, lucha que sentimos tanto en el ambiente mismo que nos rodea, como en la oración y en la predicación (Efe. 6:12, 18-19; Fil. 1:28; I Cor. 16:9). La fe y la obediencia son las armas que garantizan la victoria. Ver Lc. 10:18.
  4. No admitimos conflicto entre la Palabra y el testimonio del Espíritu. Debemos conservar el celo por que el Espíritu Santo convenza al mundo de pecado, justicia y juicio (Jn. 16:8). Un mero "toque" espiritual sobre una persona no nos satisface.
  5. Debemos tener presente el principio de: siembra y riego, para no comprometer la obra del Espíritu en el alma de las personas. Ni apurar ni presionar; más bien, alimentar, conducir, exhortar.
  6. Debemos entender la relación espiritual entre la obediencia y la fe (Sant. 2:14-26 "obras" = obediencia). Cristo siempre condujo a sus oyentes a un acto de obediencia, no a un mero acuerdo sentimental ó mental. Ver Mt. 7:24; Lc. 18:22; 19:5; etc.
  7. Tengamos cuidado de la apelación síquica ó sensual: la música, el volumen del sonido, la caída (ya no como fenómeno, sino como "señal"); etc.
  8. Debemos ser "naturales" y no asumir un papel "clerical" usando un tono de voz monótono y afectado; no repetir los "¡Amén!" y los "¡Aleluya!" como salidas de un salero; evitar sonidos llamativos y raros de los labios como también movimientos grotescos; etc.
  9. El ser sensible al Espíritu Santo incluye poder discernir entre nuestro espíritu y alma, como entre el calor y fragor del Espíritu Santo y la fuerza humana y síquica de nuestra alma. Aunque hay vida en nuestra alma, es por el espíritu (el Espíritu) que se transmite espíritu vivificante (I Cor. 15:45).