- Compartimos el siguiente material de Red Misiones Mundiales, usado con
permiso.
- Áreas que debemos desarrollar con la
Iglesia en Argentina
Primero, debemos profundizar nuestro entendimiento de una misionología
integral.
La misión abarca la proclamación verbal del evangelio como la
responsabilidad social. Nuestras inquietudes por lo general giran en
preguntarnos: ¿cuántos creyentes hay? Y olvidamos preguntar: ¿Está la
iglesia reflejando los valores del reino de Dios en la nación y hasta lo
último de la tierra? Entonces, ¿cómo debemos entender la misión?. Se debe
integrar la comunicación verbal del evangelio y la comunicación en obra /
acción del evangelio. La misión de la iglesia es indivisible (palabra y
obra).
En Segundo lugar, debemos enfatizar que la iglesia toma su naturaleza
misionera del Dios misionero que servimos. Es decir, que la iglesia es
misionera porque Dios es un Dios misionero. Nuestras metas, motivos,
estrategias, métodos, etc. deben estar conformadas a la misión y naturaleza
de Dios. Debemos evaluar como estamos siguiendo ese camino.
En Tercer lugar, debemos revisar nuestra visión de Cristo. En una Argentina
donde el 47 % de la población es pobre y sufre, el Cristo que sufre, que se
identifica con los pobres y menospreciados, es el Cristo en el cual pueden
identificarse. La iglesia debe entender que debemos “participar en sus
sufrimientos y llegar a ser semejante a Él en su muerte” Filipenses 3:10.
Muchos han tomado la visión de Cristo como un “conquistador” relacionándolo
indirectamente como una “cruzada”. ¿Qué significa esto cuando compartimos el
evangelio? ¿Cómo va a responder un musulmán si le presentamos a un Cristo
así?.
En Cuarto lugar, debemos desarrollar un entendimiento del pluralismo.
Debemos enfatizar la unicidad y la universalidad de Cristo. Esto debe ser el
punto de partida para una reflexión profunda de nuestra manera de hacer
misión en la Argentina y hasta lo último de la tierra. Debemos dar la razón
por la esperanza que tenemos en Cristo y no en Mahoma, ni Buda ni ninguna
otra entidad espiritual. Debemos decir que Jesús es el Señor y el único
Señor, pero teniendo razones contundentes para decirlo.
En Quinto lugar, debemos formar “comunidades eclesiales” que reflejen el
espíritu de reconciliación, amor y perdón. La iglesia local es llamada a
formar una comunidad alternativa hasta lo último de la tierra. No somos
llamados a formar esquemas empresariales basados en criterios de
utilitarismo, mercantilismo y números.
En Sexto lugar, debemos producir un equilibrio entre el “pueblo de la
iglesia” (metidos en los programas internos) y la “iglesia del pueblo” (que
vive los valores del Reino de Dios en medio del quehacer nacional y las
naciones). Estamos mas preocupados en que la gente este en los programas de
la iglesia y no en que tenga un testimonio eficaz en su campo de labor
diario. La participación responsable en la vida ciudadana demanda la
formación de lideres guiados por una vocación cristiana de servicio. La
Iglesia deberá afirmar que todo aspecto de la vida nacional es un campo de
acción legitima para el servicio cristiano. Deberá proveer elementos
formativos y acompañamiento pastoral para quienes tienen vocación política.
Al mismo tiempo, es necesario que la Iglesia asuma su función profética para
denunciar entre otras cosas el abuso del sexo, la manipulación de los medios
de comunicación, el endiosamiento del dinero y la violencia, cualquiera que
sea su origen. El poder del evangelio y la acción consecuente de las
iglesias evangélicas podrán pernear y transformar las condiciones de
injusticia y desigualdad que predominan hoy.
En Séptimo lugar, debemos pensar en el tema del Reino de Dios. Debemos
volver a examinar este concepto y tener una iglesia que vive la realidad del
reino comprometida con su extensión. Con la llegada de Jesucristo, el Reino
de Dios se hizo presente entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. El
Reino está en conflicto constante con el poder de las tinieblas; la lucha
ocurre en las regiones celestiales y se expresa en todo lo creado a nivel
personal, colectivo y estructural. Sin embargo, la comunidad del Reino vive
sostenida por la confianza de que la victoria ya ha sido conquistada y que
el Reino de Dios se manifestará plenamente al final de los tiempos. Con el
poder y la autoridad delegados por Dios, ella asume su misión en este
conflicto, para ser agente en la redención de todo lo creado.
En Octavo lugar, necesitamos revisar que significa ser discípulo
incondicional de Jesucristo. Debemos volver al evangelio donde el centro es
Jesucristo. No hay cristianismo sin Cristo y sin Cruz. El discipulado
responsable e incondicional a Jesucristo es la clave. Negarnos a nosotros
mismos: “Ser lo que Dios quiere que sea; hacer lo que Dios quiere que haga e
ir donde Dios quiere que vaya”. No quedar atrapado en un concepto hedonista
donde la gente privilegia llegar a fin de mes antes que ir al cielo. Las
respuestas "hedonistas" no son "transformadoras" y la respuesta a la
superficialidad es ejercer un discipulado obediente a Jesucristo. La gran
multiplicación, números y porcentajes no son sinónimos de "transformación".
No debemos sacrificar las demandas del evangelio en el altar de los números.
La negación a nosotros mismos, conocer a Jesucristo y ser semejantes en su
muerte es poder transformador (Filipenses 3:10). La iglesia necesita una
transformación en su llamado, transformación en su compromiso, la revisión
de su propósito y volver a las cosas sencillas que dieron origen a la
iglesia.
En Noveno lugar, debemos cuidar el servicio, la experiencia personal en
Cristo y la formación de la iglesia local como “comunidad”. Debemos encarnar
el mensaje, la funcionalidad con principios bíblicos y enseñar el poder del
amor y no el amor al poder. Las iglesias no deben vivir la lucha miserable
por el poder. La realidad indica que las personas escuchan con sus ojos y
piensan con sus sentimientos, por lo tanto la proclamación y la encarnación
del mensaje deben ser inseparables. Ser y hacer como Jesucristo. El
ejercicio del liderazgo en la vida de las iglesias locales deberá estar
marcado por el modelo del siervo sufriente y mostrar un contraste con el
caudillismo y otras deformaciones causadas por el abuso del poder. Somos
llamados a desarrollar el modelo del siervo según Filipenses 2. El Rey
Jesucristo se ha encarnado y llama a su comunidad a hacer lo mismo en el
mundo. Seguirle como sus discípulos significa asumir su vida y misión.
En Décimo lugar, debemos crecer en el trabajo de cooperación como “un solo
cuerpo” en función de la misión. Desde su principio el Señor nos ha
desafiado al trabajo en equipo. La misión puede ser el principio material de
nuestra unidad. La cooperación en la tarea práctica de la misión es el
primer paso hacia una unidad más profunda. Crecer en el testimonio basado en
la “unidad en Cristo”. Llamar a participar en la misión de Dios. Hay
millones de personas que no han tenido el derecho humano de escuchar una
presentación clara del evangelio. Toda la Iglesia es responsable de la
evangelización de todos los pueblos, razas y lenguas. Una fe que se
considera universal, pero que no es misionera, se transforma en retórica sin
autoridad y se hace estéril. Este cumplimiento demanda el cruce de fronteras
geográficas, culturales, sociales, lingüísticas y espirituales, con todas
sus consecuencias.
Finalmente debemos avanzar hacia un entendimiento del Espíritu Santo y la
misión. La Iglesia es llamada a vivir según la justicia del Reino, en el
poder del Espíritu. La afirmación de que toda la Iglesia es misionera se
basa en el sacerdocio universal de los creyentes. Es para el cumplimiento de
esta misión que Jesucristo ha dotado a su iglesia de dones y del poder del
Espíritu Santo. La Iglesia en Argentina debe asumir plenamente y sin
tardanza su responsabilidad en la evangelización mundial. La estructura de
toda la educaci6n teológica debe ser revisada a la cruz del imperativo
misionero. El avance misionero siempre ha surgido de la vitalidad espiritual
en momentos de renovación. Para ser misionera la Iglesia en Argentina debe
renovar su dependencia del Espíritu y entregarse a la oración.
La Red Misiones Mundiales continuara enfatizando cada uno de los puntos
citados, la realidad del Reino de Dios, el de la iglesia y la naturaleza
eclesial de la misión. La oración seguirá siendo prioridad para alcanzar a
mas de 2000 millones de personas que no han escuchado de Jesucristo.
Queremos una Iglesia Argentina diferente que transforma la sociedad local
hasta lo último de la tierra.
Mesa Coordinadora Nacional:
Carlos Scott, Edgardo Surenian, Daniel Bianchi, Marcelo Abel, Omar Castro,
Omar Gava, Stanley Clarck, Gloria de Zahradnicek, Claudia Bustamante, Daniel
Giménez, Raul Vacca, Rubén Ricca, Roberto Beretta, Cornelio Salva, Daniel
Romuchewsky, Víctor Lovera, Gerardo Lemos, Alejandro Villanueva, Eric Schwab,
Jorge Kevarkian, Mario Bloise, Martín Peregrina, Martha Rodríguez, Inés
Pérez Rozas, Pablo Owen, Carlos Zahradnicek
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