La conducción del culto
por Orville Swindoll
Introducción
En el presente estudio, partimos de la base (ó presuposición) de que la congregación está en condición de rendir a Dios un culto agradable. Esta condición puede no existir cuando hay pecado grave ó generalizado, cuando hay serias discordias entre los hermanos, ó cuando no hay reverencia ó temor a Dios. En cambio, cuando hay santidad, fe, amor, ánimo, etc., el culto fluye con facilidad, siempre que no haya reservas ó costumbres que tienden a trabar la expresión libre y espontánea.
No tratamos aquí la variedad de expresiones
posibles en el culto como, por ejemplo, el batir palmas, alzar los brazos,
flamear pañuelos, alzar las voces todos juntos, danzar, gritar, cantar
proféticamente, etc.
Propósito y base bíblica:
El que dirige el culto del pueblo de Dios debe tener presentes estos propósitos en su actuación:
- Indicar la manera correcta de acercarse a Dios.
- Proveer un modelo por su propio comportamiento en el culto.
- Animar a los hermanos a adorar con santidad, fe, entereza y decisión.
- Facilitar la expresión espontánea de todos en adoración.
- Velar por el comportamiento congregacional, especialmente que no sea estorbado por acciones discordantes de algunos.
La dirección del culto tiene una sólida base bíblica:
- Ejemplo de los patriarcas como padres de familia: Lot (Gén. 8:20); Abraham (Gén. 22:5-14); Jacob (Gén. 35:2,3).
- Moisés y María, en el éxodo de Egipto (Ex. 15:1,20).
- El tabernáculo y el sacerdote levítico, cuyo propósito era facilitar y ordenar el culto a Dios del pueblo de Israel.
- David el rey (ver 2ª Sam. 6:12-15; 1ª Crón. Cap. 16).
- Muchos salmos invitan al pueblo a dar culto a Dios (47; 66; 67; 81; 95; 96; 98; 100, etc.
- Jesús animó a sus discípulos en su culto espontáneo, y los defendió frente a los fariseos (Luc. 19:37-40).
- En el día de Pentecostés, los apóstoles y demás discípulos rindieron culto a Dios, llenos del Espíritu Santo (Hech. 2:4-11).
- El Espíritu Santo siempre impulsa la adoración de los redimidos (Hech. 10:44-46).
Algunas sugerencias prácticas para el que dirige el culto:
Preparación previa:
- Prepárese con una buena disposición, humildad, corazón contrito, conciencia limpia y cuerpo limpio (Estudie Heb. 10:19-25; Sgo. 4:8; Sal. 24:3-6; 26:6,7; 51:14-19; ver también Gén. 35:2,3; Ex. 19:10-24; 30:18-21; Lev. 10:1-3; Isa. 1:11-18; 66:1,2; 1ª Tim. 2:8).
- Esté en el lugar de reunión temprano, sin apremios, sin nerviosismo.
- Oriente a los músicos, a fin de que su aporte sea positivo y en plena armonía con la dirección.
- Piense previamente cómo va a comenzar. El comienzo es muy importante, y la dirección al principio puede ser determinante para el desarrollo del culto.
- Tenga fe y actúe en fe en todo lo que hace. La fe es contagiosa é impregna todo lo que hace. Una actitud indecisa, pesimista ó pesada tiende a apagar la acción de fe en los demás.
- Trate de no proyectar su propia personalidad. Su propósito es llevar a la gente a encontrarse con Dios. No hable demasiado. Muchas palabras tienden a apagar el fluir del Espíritu Santo.
El comienzo:
Comience con una canción conocida y que conduce al culto. Muy raramente se debe empezar con una canción nueva. Además, es difícil arrancar con una canción lenta ó de profunda adoración, ya que para eso es necesario contar con una disposición unánime del público (que raramente existe al principio de una reunión).
Dirija con firmeza y confianza, especialmente al principio. No se distraiga. No procure conducir una canción que no conozca. Comience con claridad cada canción y cada estrofa (especialmente cuando hay varias estrofas). No obligue al público a adivinar lo que sigue. Los adoradores se desenvuelven mejor cuando no hay sorpresas, dudas, ó interrupciones bruscas.
Es conveniente conocer los coros é himnos (que más se usan) según sus claves musicales; incluso, es conveniente tener agrupados (en una lista ó en mente) los de una misma clave. De esta manera, puede seguir con otro coro ó canción inmediatamente al término de uno, sin necesidad de cambiar el tono ó la clave. Esto es especialmente conveniente cuando hay un fluido ambiente de adoración con amplia participación del público.
Cuanto más tiempo la gente está de pie, mejor, en cuanto a su participación en el culto. Especialmente, es importante estar de pie para comenzar. Cuando está sentado, está más relajado, menos atento y más propenso a distraerse. Pero si observa que la gente se cansa ó comienza a sentarse espontáneamente, es conveniente cambiar el rumbo del culto, pasar la responsabilidad a otro, hacer los anuncios, etc.
Sensibilidad espiritual:
Al principio del culto, por lo general, es necesario dirigir con más firmeza y decisión, procurando lograr la unanimidad y superar las distracciones. Pero procure ser sensible para discernir la nota que indique “consenso” del público en su culto. Al llegar a eso, conviene dejar fluir más libremente el culto con una mayor participación espontánea, con menos dirección firme. Durante este tiempo de “culto libre”, Ud. debe ver su función más bien como coordinador que como director.
Procure descubrir la corriente del Espíritu. Generalmente, predomina en una reunión cierta corriente, cierto tema, convicción ó nota, que va surgiendo a medida que progresa el culto espontáneo. A veces es evidente al principio, pero más comúnmente surge en el curso de la reunión. Sea sensible a esa corriente, pero no se esclavice. A veces es necesario elevar, modificar ó cambiar la nota, pero para lograrlo bien, hay que dirigir con firmeza y con gracia, contando con un público que responde.
Hay algunas reuniones en que, muy obviamente (al menos, al que dirige), se llega a un “climax”. Es un momento culminante y significativo en términos espirituales. La acción del que dirige inmediatamente después es muy importante y crítica. Si lo coordina bien, se conservan los resultados; pero si lo malogra, se queda un sentido de insatisfacción ó hasta discordia en el ambiente. No se puede perpetuar por tiempo indefinido ese climax. Cuando termina su período, hay que reconocerlo y, generalmente, hay que cambiar el rumbo, hacer sentar a la gente, etc. Muchas veces, es el mejor momento para dar lugar al ministerio de la Palabra de Dios. No pretenda sacar la “última gota” de valor de este momento. Pase la responsabilidad, sin demorar, al que va a ministrar la palabra.
Su actitud:
Cuide su actitud para con el público. Trate con dignidad a todos. No empuje, no arengue, no rete a la gente. Usted no es arriero, sino adorador, sacerdote. Aprenda a relajarse con fe y confianza en Dios.
No pretenda que todas las reuniones sean muy efusivas. No hay nada malo en una reunión quieta, sin un gran climax. No trate de “bombear” ó “inflar” el culto.
El pueblo necesita tener confianza y fe para rendir culto a Dios. Si no fluye con gracia, trate de descubrir el porqué.
Lo más importante de todo es: Sea Usted mismo un adorador sincero. No pretenda ser técnico ó profesional en el culto. Participe con todo el corazón.
Problemas:
Si surge algún problema, distracción notable ó estorbo en la reunión, procure manejarlo con gracia, sin llamar mucho la atención de los demás. A veces, se puede enviar a otro pastor ó hermano responsable para atenderlo directamente, y en forma disimulada.