Hasta la Reforma, la misa era dicha en
latín y de espaldas al pueblo, por lo que este era un mero espectador. Lutero
romperá con este esquema al sostener el principio del sacerdocio universal del
creyente, concepto que en la práctica pondrá en marcha otro cambio de gran
trascendencia: la participación del pueblo en el culto.
El primer paso en este sentido, fue la traducción de las Escrituras al alemán,
es decir, las puso en el idioma del pueblo. Luego redactó una “Misa en Alemán”
con una estructura sencilla que facilitaba a todos su entendimiento.
Pero esto no fue todo. El reformador, en
su condición de músico, aportó interesantes pensamientos en cuanto al canto
congregacional, sosteniendo que este debía cumplir con tres propósitos:
- El propiamente litúrgico: conservar la
tradición de la iglesia.
- Teológico: adorar a Dios y proclamar el evangelio.
- Pedagógico: comunicar la nueva doctrina, educar en la fe cristiana.
Para lograrlo, privilegiaba la simplicidad
en las melodías para que el texto fuera claramente comprendido.
En una época marcada por profundos cambios políticos y socioculturales y de
grandes controversias teológicas, estos aportes de Lutero hicieron posible el
goce de la comunión entre el creyente y Dios y entre los miembros de cada
comunidad, cumpliendo además, con su función de formación.
Qué bueno sería poder reflexionar sobre
estos aportes para contraponerlos con nuestros formatos de cultos. Quizás
encontremos principios que nos ayuden a enriquecerlos.
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